La respuesta a esta interrogante es que sí, según el arqueólogo panameño Carlos Fitzgerald, quien recientemente publicó los resultados de un estudio de ADN en el que se analizaron restos precolombinos tardíos encontrados cuando se hizo la ampliación de la Vía Cincuentenario de Panamá Viejo.
Aunque se descubrieron 28 entierros, a los que se les hizo un trabajo de arqueología de rescate muy bien documentado, sólo se analizaron genéticamente 10 de de 43 individuos encontrados, con el propósito específico de conocer si compartían rasgos comunes con los Cuevas.
Los Cuevas es el grupo originario que habitaba sobre todo en el área de lo que hoy conocemos como la provincia de Darién, antes de la llegada de los españoles. Se cree que ellos dieron el nombre a la ciudad de Panamá, que se levantó sobre una aldea de pescadores. Los Cuevas fueron exterminados poco después de la conquista lo que permitió el asentamiento de otros grupos en la región como los Gunas.
Desde hace varios años se vienen desarrollando en nuestro país varios proyectos que utilizan el componente genético, o ADN, para conocer rasgos en las poblaciones, tanto antiguas como contemporáneas, del Istmo de Panamá.
Por una parte, el proyecto Art Empire (Una arteria del imperio. Conquista, comercio, crisis, cultura y el enlace como Panamá), liderado por historiadora Bethany Aram, busca analizar muestras humanas antiguas excavadas en la catedral de Panamá Viejo. Esto tiene como propósito ver la marca genética del contacto europeo; es decir, cómo este importante evento influenció y cambió los rasgos de los pobladores de nuestro país.
Un segundo proyecto es el desarrollado por el Instituto Conmemorativo Gorgas de Estudios de la Salud (Icges), Genealogía y distribución racial de la población panameña, que en una primera fase comprobó, a través del ADN de un grupo de panameños y panameñas de ahora, que la población posee un porcentaje predominante de linaje materno amerindio (83.5%), seguido de africano (14%) y el euroasiático (2.2%). Por el lado paterno, el linaje destacó lo contrario: el euroasiático (73%), seguido del africano (17%) y el amerindio (9%).
Para Maribel Tribaldos, a cargo de esta investigación, estos resultados revelan que la población panameña por su lado materno tiene un altísimo legado de genes nativos, mientras que por la línea paterna, demuestra una profunda marca de los colonizadores europeos.
La conclusión a la que llegan los estudiosos es que los colonizadores europeos que llegaron al continente eran hombres en su mayoría. Solo los que se trasladaron para ocupar altos puestos para la corona traían a sus familias, por eso aquí se mezclaron con las nativas, dando paso así la diversidad del mestizaje.
Para el arqueólogo Carlos Fitzgerald, cuyo proyecto Filogenética arqueológica de vestigios Cuevas en Panamá, contó con financiamiento de Senacyt: “Nosotros somos el resultado de un proceso de cambio, de transformación de las poblaciones que implica mezcla y unificación genética entre diferentes poblaciones”.
Por lo general, la investigación derivada del análisis genético siempre va de la mano la investigación arqueológica, que es la que aporta el contexto.
Los huesos no están aislados. Se encuentran rodeados de artefactos como piezas de cerámica, de piedra. También su ubicación nos cuenta una parte de esta historia. En este caso, los individuos se encontraron en una parte específica de la antigua ciudad de Panamá, lo que también ofrece información sobre las características del sitio y las ventajas que ofrecía esa ubicación para el grupo.
Una serie de información documental recabada a los largo de la historia en libros, mapas, fotografías, dibujos, arroja luces sobres las culturas que habitaron las aldeas sobre las que hace 500 años se construyó la ciudad de Panamá. Pero quedan vacíos.
“En primer lugar, la distribución espacial o la distribución territorial de los grupos humanos en el Panamá antiguo nos permite saber que los gunas migraron, los emberá y los wounan también migraron a un territorio que antes era Cuevas, pero también podemos saber que los Cuevas eran parientes de los gunas. Que pertenecían al mismo árbol común que nosotros denominamos culturas chibchenses, por los idiomas que hablaban y que todos están emparentados desde el norte de Suramérica hasta básicamente Honduras y Nicaragua”, afirma Fitzgerald.
Ante el resultado de este estudio de ADN, surge una reflexión importante para los panameños y las panameñas de hoy día. Saber si esos vestigios genéticos persisten en las poblaciones actuales, es decir, si los marcadores genéticos encontrados en estos restos, que corresponden a los aplo grupo A2, y el A2 – AF todavía están en la población actual.
“Por esto, los especialistas estamos en un diálogo con los otros investigadores que están haciendo el análisis genético de las poblaciones actuales y con los que están analizando el ADN de la población de Panamá Viejo, la población colonial, para ver cuáles genes o marcadores genéticos persisten y llegan hasta nosotros hoy día. Todavía estamos avanzando en esa parte. Lo primero fue identificar a qué grupo genético pertenecían y eso ya lo tenemos: A2”, señaló Fitzgeral.
Como parte de los proyectos que planifica la Alcaldía de Panamá para la celebración en el 2019 de los 500 años de la fundación de la Ciudad de Panamá, existe uno que va en esta misma línea de investigación.
Con el apoyo de National Geographic se harán pruebas de ADN a 500 personas diversas que viven en la ciudad de Panamá para mapear el genoma que tiene la ciudad. Con los resultados se elaborará un mapa que nos ayudará a comprender mejor la mezcla de identidades genéticas que conforman la cultura panameña.
Estos estudios de ADN nos hacen entender desde un punto de vista genético la diversidad cultural. Es un paso más para saber que desde nuestro nacimiento como país fuimos un paso importante de migración de gente de Europa, Asia, África y nativos americanos, vocación que tenemos que seguir desarrollando para abrirnos a un mundo cada vez más agitado por la intolerancia y la negación del otro.