Viernes 19 de diciembre de 2014. Ciudad de Panamá.
A las 10:00 p.m. había mucho movimiento por las calles citadinas, parecía una noche de fiesta. En la cinta costera (fase 1 y 2) había gente caminando, corriendo, jugando fútbol, conversando... y niños jugando. En la fase 3 de la cinta costera, cerca del Mercado del Marisco, no había estacionamiento disponible, todo estaba lleno.
La noche parecía joven. Más adelante, después del tramo marino de la fase 3 de la cinta costera, frente al barrio de El Chorrillo también había gente. Parejas que caminaban, jóvenes que jugaban pelota o que en grupo manejaban bicicletas. Dos carritos de venta de comida estaban bien ubicados a un costado de una de las canchas de fútbol del área. El estadio Maracaná estaba apagado. Una noche más.
En El Chorrillo, en tanto, las lucecitas de colores que adornaban los balcones parecían bailar al ritmo de la salsa y el merengue que fuertemente se escuchaba en el barrio. Era la música de la época del colombiano Joe Arroyo y la que vino después.
Ya eran las 10:40 p.m., no había luz de luna llena, pero sí una fresca brisa que venía del mar.
En la entrada del lado Pacífico del Canal, en la calzada de Amador, el ambiente de fiesta estaba en pleno apogeo. Eran las 11:00 p.m. y no había estacionamientos en los alrededores de los restaurantes y terrazas del lugar, pero la gente seguía llegando.
La noche era larga y como el año está por terminar, más de tres grupos estaban celebrando graduaciones, intercambios de regalos, reencuentros o simplemente salieron a cenar o rumbear ya casi a la medianoche.
Y pensar que 25 años atrás, justo a la misma hora, Panamá estaba siendo invadida por tropas militares estadounidenses que descargaron su arsenal sobre el barrio El Chorrillo, primero, y que después arrasaron a tiros otros puntos clave en el resto del país.
Su objetivo: acabar con el régimen militar de Manuel Antonio Noriega (hoy preso en la cárcel El Renacer), en cuya dictadura se encontraba sumida Panamá, caracterizada por actos de violencia, hostigamiento y tortura, por tener exiliados y detenidos a políticos; todo ello decantó en la peor crisis social y económica vivida en los 86 años de vida republicana que tenía el país. La Comisión de la Verdad de Panamá da cuenta de las violaciones a los derechos humanos que se cometieron durante la dictadura castrense (1968-1989), en su denominado "Informe Final", dado a conocer en abril de 2002.
¡NOS INVADEN! ¡NOS INVADEN!
La Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la Organización de Estados Americanos (OEA), en sus reportes, resume la invasión estadounidense así: “El operativo supuso la movilización de aproximadamente 24.000 soldados estadounidenses. Mediante un asalto apoyado por helicópteros artillados y tanques, paracaidistas, infantes e infantes de marina de los Estados Unidos tomaron control de la Ciudad de Panamá el 20 de diciembre de 1989”.
Pero los testigos que narran los hechos dan fe que el ataque fue profundo y que Panamá fue herida hasta sus entrañas. Pedro Rivera, coautor de “El libro de la invasión” habla en su texto de “olor a muerto” y “carne chamuscada”, y también de “humo de los escombros” de los edificios derribados. Hubo víctimas y protagonistas.
En el documento de la OEA, el Informe No.31/93 del Caso 10.573 Estados Unidos, del 14 de octubre de 1993, quedó registrado que “al amanecer del 20 de diciembre el Gobierno de coalición encabezado por Guillermo Endara, considerado ganador de las elecciones que habían tenido lugar en mayo de 1989, prestó juramento y anunció la formación de una nueva administración”.
El [hoy ex]General Noriega, que se había refugiado en la residencia del Nuncio Apostólico, se rindió a las autoridades estadounidenses el 4 de enero de 1990 y fue llevado a los Estados Unidos para ser encausado bajo acusaciones de tráfico de drogas y lavado de dinero
se indica en el informe del organismo internacional.
Efectivamente, las extintas Fuerzas de Defensa panameñas –lideradas por Noriega– mantuvieron su resistencia armada hasta el 31 de enero de 1990. Mientras que la tropas estadounidenses que habían sido desplegadas en suelo istmeño para la invasión completaron su retiro el 13 de febrero de 1990, de acuerdo con el reporte.
¿EL BALANCE?
Acabó el régimen de Noriega, pero el saldo de muertos aún no ha sido precisado. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos menciona la recopilación de tres cifras distintas de acuerdo a la fuente que la proporcionó.
El Comando Sur del Ejército de Estados Unidos registró un total de 202 civiles y menos de 100 militares muertos. Otras instituciones, entre ellas Americas Watch, el Comité Panameño, Médicos por los Derechos Humanos y voceros de la Iglesia Católica, coinciden en que fueron entre 300 y 600 muertos panameños. Mientras que la citada Comisión de la OEA menciona que el número de muertos pudo haber llegado hasta 3 o 4 mil, según “escuchó”, aunque aclara que no se le aportó apoyo o documentación para respaldar la cifra.
Por las calles de El Chorrillo y también en otros rincones del país aún se habla de la invasión cuando llega el mes de diciembre, cerca de la Navidad. Se habla de los caídos, de los saqueos, de las peripecias vividas por los panameños de a pie en las siguientes tres o cuatro semanas de tensión. Hospitales a su máxima capacidad, tiendas y supermercados cerrados, farmacias con servicio limitado y sin tener dinero circulante en la calle, son sólo algunas de las historias que describen lo vivido aquellos momentos.
Hoy por hoy, las preguntas obligadas cuando llega el 20 de diciembre siguen siendo las mismas: ¿dónde estabas?, ¿qué viste o hiciste cuando ocurrió? Los jóvenes que hoy tienen entre 25 y 35 años se atreven a opinar y comentar lo que vieron o escucharon en sus casas. Los que tienen un poco más de edad narran sus experiencias.
Pero, ¿qué pasa con aquellos menores de 25 años?, ¿qué piensan de la invasión si no les afectó directa o indirectamente? Iguales interrogantes surgen cuando se habla de la comunidad de extranjeros que recientemente ha situado su hogar en Panamá. No hay encuestas disponibles que se refieran a este tema en específico para conocer su opinión.
Sin embargo, el Instituto Nacional de Cultura (INAC) en conjunto con artistas locales, organizaciones de la sociedad civil e instituciones gubernamentales intentan rescatar lo que han denominado “memoria de todos” e impulsan, por estos días, una iniciativa que busca conservar la “memoria histórica”. Esta iniciativa consiste en el desarrollo de una serie de actividades culturales en conmemoración y recuerdo de los 25 años de la invasión, que se han realizado del 11 al 20 de diciembre de 2014. La duda que sigue sin respuesta es: ¿Será suficiente?
El actual presidente panameño, Juan Carlos Varela, dice que aún falta por hacer, que hay heridas que “aún quedan pendientes y vivas en muchos panameños” y que deben sanar.
“Siento que la mejor forma de honrar la memoria de todos los que fallecieron el 20 de diciembre y todos lo que fallecieron producto del conflicto político que se dio en esos años es seguir comprometidos con el fortalecimiento de nuestro sistema democrático, seguir comprometidos con la separación de poderes, con la libertad de expresión, con la defensa de los derechos humanos”, dijo el jefe de Estado en los actos solemnes para conmemorar esta fecha.
Varela ha sido el primer presidente del país que, en estos 25 años post invasión, ha participado en esta actividad junto a los familiares y amigos de las víctimas. De hecho, el mandatario anunció que se creará una comisión, encabezada por la vicepresidenta y canciller Isabel de Saint Malo, para analizar las peticiones solicitadas formalmente por las víctimas de los caídos en la invasión. Entre estas, que se decrete como “Día de Duelo Nacional”, el 20 de Diciembre.